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El ancho y largo sur de África es para mi una verdadera sorpresa. En nuestra búsqueda de estudio, sobre los libros de la mesa, las enciclopedias e internet se citan vagamente los extraños bosques del sur del continente africano. Sólo encuentro reseñas firmes en los documentos de WWF, que hablan de los bosques de matorrales y las sabanas. Sobre el mapa del mundo que cuelga de la pared pinchamos una chincheta sobre Sudáfrica… y en unos meses partimos para allá.

En el hemisferio norte es primavera pero allí es otoño. Vamos a pasar mucho frío en África, pero aún no lo sabemos. Llegamos cansados al aeropuerto de Johanesburgo tenemos un par de horas para el trasbordo que nos llevará hasta el corazón del  mítico Parque de Krugger, que tiene una superficie equivalente a toda la provincia de Cáceres, una de las más grandes de España. Hemos escogido la zona norte por consejo de nuestro guía. Mientras esperamos me compro tres o cuatro libros de fauna de la zona y las paladeo antes de entrar en el pequeño bimotor.

El vuelo dura apenas dos horas y nos deja en una pista de tierra con un pequeño aeropuerto adornado con esculturas de animales bastante horteras. Allí nos espera nuestro fornido guía Robbie, que nos promete que grabaremos leones, leopardos y otras fieras típicas que nos interesa grabar. Ya os adelanto que el resultado respecto a los grandes felinos fue nefasto. Sin embargo, la experiencia y las imágenes si fueron magníficas.

Es la primera vez que viajo hasta uno de los parques típicos del continente y me resulta de lo más excitante subirme en el todo terreno abierto en el que vamos a viajar.

En seguida llegamos a las puertas del Parque, donde los guardas armados con ametralladoras nos dan una sobrecogedora y acongojante bienvenida. Parece que están guardando un tesoro…. Y, realmente, es así. Desde la alambrada grabamos a unas mansas gacelas y nada más cruzar la puerta nos recibe una jirafa que filmamos con deleite.

Nos adentramos a una velocidad lenta en una gran llanura cubierta de un bosque bajo de mopane. El mopane o “árbol mariposa” es un arbusto endémico con las hojas partidas por la mitad, lo que les aporta la forma de lepidóptero que revolotea en cuanto le sacude la más leve ráfaga de viento. 

Este bosque abierto se extiende cientos de kilómetros y en el descubrimos elefantes, ñúes, búfalos, cebras, rinocerontes, jirafas o hienas. Pero la sensación es muy extraña porque sus hojas están cambiando a colores otoñales: dorados, ocres, cobrizos… la sensación es que estamos en pleno otoño, en un robledal cualquiera de los montes del Guadarrama. La diferencia estriba en que aquí tenemos una manada de elefantes a dos metros del coche y, durante varios días, no podemos bajarnos del coche ni para mear. Está estrictamente prohibido por motivos de seguridad.