Seleccionar página

Borneo es un nombre sugerente. Algunas de las selvas mejor conservadas de Asia todavía se encuentran en esta gigantesca isla -la tercera más grande del planeta-. Su interior mantiene grandes extensiones inexploradas, ocultas entre montañas inaccesibles. La periferia, sin embargo, es quemada y roturada para hacer enormes plantaciones de palma de aceite -para fabricar bollos industriales, destinados a engordar a nuestros niños, y para las preparar las cremas cosméticas de las mujeres occidentales-.

Estas selvas tienen fama de encontrarse entre las más antiguas y de ser muy exclusivas ya que han permanecido aisladas millones de años, lo que ha facilitado la creación de miles de especies únicas, entre ellas las flores más grandes o las más altas del mundo. Nosotros llegamos con el ánimo de filmar en su salsa a algunas de estas plantas como la rafflesia, que puede medir más de un metro y pesar diez kilos… pero, flores a parte, queremos, a toda costa, grabar a los orangutanes, los osos malayos o las grandes colonias de murciélagos tropicales.

Recupero ahora mis notas sobre la llegada:

“Borneo nos recibe con un cielo plúmbeo que se deshace en una tormenta pesada de gotas grandes y vigorosas. Las nubes, la atmósfera y el sol también son plomizos: parece que estamos en el interior de un inmenso y viejo cubo de cinc.  Un perro enroscado dormita con cara de santo junto a la parada de taxis del aeropuerto. Tardamos un rato en meter todo el equipo en un par de taxis que nos transportan por una ciudad moderna, para mi inesperada,  de casas no muy altas, con grandes avenidas. El centro de la ciudad es flamante, bien organizado, con edificios singulares; me esperaba algo mucho más exótico y oriental. Sólo los restos del barrio chino guardan algo del sabor de las novelas o los libros de viajes de hace medio siglo. A medida que nos alejamos del centro los edificios se vuelven menos lustrosos y el ambiente tropical deja su huella: lianas, hiedras y algas van tapizando las fachadas, las envejecen y las “asalvajan”.  El poder de la selva penetra poco a poco en los arrabales. Antes de salir de la ciudad oscurece por completo.

Llegamos de noche al muelle, donde nos aguarda el patrón del barco. Mientras portamos los bultos en la oscuridad tropical cantan los muecines desde pequeñas mezquitas. Son cantos dulces que se repiten en la lejanía mientras nos alejamos por el río para ser engullidos por la selva.”

Dos de las cosas que más me interesan grabar son las flores gigantes con olor a cadáver,  las gigantescas rafflesias, y nuestros parientes, los hombres de la selva, los orangutanes.

Ver y grabar orangutanes es cuestión de suerte y perseverancia… y de buena información. Hacer documentales exige las tres cosas. Gracias a Miguel sabemos que en torno a la capital existen centros de recuperación que liberan a orangutanes en la selva. Con suerte,  al atardecer o al amanecer, aparecen algún ejemplar en uno de los puntos donde se les abastece de alimento mientras aprenden a vivir por si mismos en la jungla. En principio es un buen lugar para observar a estos primates exclusivos de Borneo. Pero nada está asegurado.

Después de dos días de espera, a última hora, justo cuando comenzamos a recoger el equipo, vemos como las ramas más altas de la selva se mueven en la lejanía. Pronto aparece entre el follaje un personaje peludo y pelirrojo que se maneja con una destreza asombrosa. Es un funambulista que utiliza sus extremidades como si tuviese cuatro manos muy fuertes y habilidosas. Observo pasmado como disfruta balanceándose, girando, volteando su cuerpo en una especie de juego que le permite moverse a toda velocidad por lo alto de la selva. Es una visión fugaz que se acerca y nos sobrepasa sobrevolando el follaje que cubre nuestras cabezas. Pasa raudo, ejercitando con aparente indolencia sus acrobacias alucinantes. El orangután nos mira con cierta prevención entre las ramas. Parece que tiene prisa por buscar un lugar donde fabricarse un nido para dormir. Desaparece tan rápido como llegó. Nos deja felices y excitados, ha sido un regalo fugaz, una visión casi mágica que augura unas filmaciones muy satisfactorias..