Australia sigue ofreciendo una imagen salvaje y solitaria. Su colosal dimensión, habitada por unas pocas decenas de millones de seres humanos, ofrece un amplísimo margen para la aventura. Día de hoy, incluso soñamos que pueden aparecer nuevas especies de plantas y animales en lugares recónditos, que hay margen para la sorpresa, para redescubrir al lobo marsupial o a los últimos aborígenes no contactados por la civilización.
Esa imagen salvaje está ligada a los grandes desiertos y a las enormes extensiones de bosques de eucaliptos, rudos, resistentes y solitarios.
Mi imaginación, cuando aparece la palabra Australia, genera un bosque salvaje de eucaliptos entre grandes rocas de granito, un paisaje seco atravesado por un riachuelo donde se baña un ornitorrinco. Por supuesto veo canguros saltando por doquier y un koala dormitando entre las ramas. Con todos esos elementos construyo una imagen muy típica pero, al fin y al cabo, ajustada a la realidad.
En la expedición a Australia visitaré los bosques de eucaliptos, pero un solo día. Mi parte del viaje se centra en las selvas tropicales, pero Miguel y Pablo se sumergirán en los eucaliptales mucho más tiempo. Me dan envidia.
No puedo decir que un solo día sacie mis ganas de sumergirme en la Australia más profunda y mítica… pero lo disfruto de una forma muy intensa. No me defrauda en absoluto. Frente a la densidad y el verdor espeso de las selvas de Queesland, los bosques de eucaliptos son un lugar único, auténtico.
Nuestro díscolo e inestable guía nos aleja una decena de kilómetros de la selva para llegar a unos montes rocosos, de enormes bolos de granito. En esta distancia tan corta el paisaje se torna mucho más seco. Es el territorio de los eucaliptos más típicos… los que impregnan todo con su aromático olor, el olor a caramelo descongestivo, ese que te abre la nariz cuando la tienes taponada con mocos. Es muy agradable.
Mi sensación en estos parajes es de libertad, de territorio salvaje. Visitamos una reservas de walabis de roca que viven entre gigantescas masas de granito donde crecen eucaliptos retorcidos. Es un paraje primitivo que me provoca una regocijante sensación de penetrar en un universo virgen, en la verdadera e ignota Australia. Paseo por sus arroyos medio secos y toco las cortezas esponjosas de algunos extraños eucaliptos, grabamos escincos de lengua azul, pavos de monte, varanos o cacatúas… esta es la verdadera esencia de Australia… el olor de la aventura.
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