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Madagascar es un lugar extraordinario por varios “motivos animales”:  los lémures,  los camaleones, la fossa… De hecho, cuando imaginaba Madagascar siempre llenaba la cabeza con selvas densas y oscuras llenas de lémures y camaleones.

Las dos semanas que estuve cumplieron ampliamente las expectativas: vi cantar a los indris al atardecer, vi a tres especies distintas de lémur comer bambú gigante como si fuese tan crujiente y frágil como una patata frita,  perseguimos a varias especies de lémures rojos y dorados y también me asombré con los más diminutos camaleones, más pequeños que mi dedo meñique y, como no, con los macizos camaleones gigantes. Todos ellos proyectaron su lengua para capturar diversos insectos e, incluso, hubo peleas de enamorados…

Sin embargo, me perdí algo de los que si disfrutó el resto del equipo: los baobabs del Madagascar más cálido y el sur de la isla, dueña de un asombroso bosque de espinas.

A mi me tocó vivir la parte más amable de la expedición, la región más húmeda y fresca. De hecho, estuve medio enfermo todo el tiempo, deglutiendo con avidez todos los antibióticos que llevábamos y sin poder quitarme una molesta e inquietante tos perruna. Tan sólo llegué a la mitad del país. Luis Miguel, Miguel e Iñigo prolongaron más de veinte días el rodaje.

La etapa final fue el sur de la isla, las costas tórridas y resecas donde emergen plantas inimaginables cuajadas de espinas, que se defienden de la sequedad convirtiendo sus hojas en peligrosas agujas que evitan la transpiración y, de paso, disuaden a muchos animales de atacar el resto de sus hojas tiernas, sus flores o sus ramas.

Es un paisaje único en el mundo donde habitan el lémur de cola anillada, el más populares de todos o el  Sifaca de Verreaux, un lémur que se ha hecho famoso por su cómica manera de caminar dando saltos laterales

Entre los documentos más asombrosos que trajo el equipo se ve como los sifakas de Verreaux saltan y trepan por enormes plantas semejantes a cactus cuajados de espinas rígidas y punzantes. Todavía no termino de explicarme como no se ensartan y su pelaje blanco, inmaculado, no está manchado de gotas de sangre.

Sin duda, “Un Mundo de Espinas” es uno de los capítulos más asombrosos e inesperados de la serie;  es el descubrimiento de un mundo único, donde tortugas terrestres, decenas de pájaros endémicos, lagartijas, serpientes y los lémures -que han conseguido convertirse en auténticos faquires- forman un soberbio ejemplo de como la vida puede adaptarse a las condiciones más duras y formar bosques llenos de vida y sorpresas.